sábado, 22 de agosto de 2015

VIAJE DE VERANO / Día 23: 12 de agosto de 2015

SAINT MALO - SAINT MICHEL - PONTORSON (Baja Normandía)

   Quizá hay sido esta urbanización uno de los sitios más tranquilos en los que hemos dormido hasta el momento. 


   El día se presentaba claro y soleado. Como ya habíamos estudiado ayer las posibilidades, más bien escasas, para aparcar; fuimos directos a la zona de la playa y desde allí, en línea recta, llegaríamos a la ciudad amurallada. 


   Las casitas nos recordaron un poco a Inglaterra, a Londres. Todas con su entrada de escaleras y algunas con un pequeño jardincito. 


   El paseo junto la Plage du Sillon, era reconfortante pues el olor a salitre y la suave brisa, refrescaban el calor que comenzaba a notarse. 


   A medida que nos íbamos aproximando, los lugares que ayer con la lluvia y desde la furgoneta, se presentaban difuminados, iban cobrando nitidez. 

   Es así que, pasamos junto al casino y nos pareció muchísimo más grande todavía. 
   Entramos entonces en la oficina de turismo, que es un edificio de forma curva y estilo moderno junto a las murallas y del que se ve un poquito en el collage de abajo, pegado al mapa. 

    Preguntamos y nos dieron información sobre qué visitar y, por vez primera hasta ahora, nos cobraron por el mapa (0,30€), nos pareció curioso el detalle. 
   Mapa en mano, ya podíamos traspasar los muros y adentrarnos en el sueño de los corsarios. 



   Sobre unos 1754m de murallas rodean al ciudad vieja. Permaneciendo intactas hasta 1944, se dividen en dos períodos: el primitivo ( de la Edad Media hasta finales del siglo XVII) y las ampliaciones realizadas de 1708 a 1744. 


      A la entrada de la ciudad, el castillo abriga el Museo de Historia: el Gran Torreón del siglo XV anuncia el bastión de Vauban (gran conocido para nosotros pues visitamos Blaye, una de sus ciudadelas más sorprendentes). 



      Pensamos en coger el trenecito, pero sin duda, perderse por las callejuelas y poder subir a las murallas un y otra vez, nos pareció la mejor elección. 
   Entramos por la Puerta de San Vicente y subimos para hacernos con una visión desde las alturas. 



   Aquello era un hervidero de turistas, de vida. Por cierto, bajo este enorme toldo rojo, comimos relajadamente y de maravilla. Más adelante hablaré sobre ello. 


   Las vistas eran maravillosas desde allí. 






   Divisamos la fina aguja del campanario de la catedral, bajamos de la muralla y hacia allá fuimos. 

   A que es una monada esta pequeña bici de madera con su candado y todo, jajajajaja. 
   La catedral de San Vicente tardó cerca de siete siglos en construirse y fue parcialmente destruida durante la Segunda Guerra Mundial. En ella están enterrados Jacques Cartier (navegante y explorador nacido y muerto aquí, que realizó tres viajes a América del Norte al servicio de la corona francesa, siendo el primer explorador de esa nacionalidad en el Nuevo Mundo) y Duguay-Trouin (marino y corsario al servicio del rey y nacido aquí). 




   La sensación al entrar en ella fue mágica, las vidrieras en tonos azulados y violetas, conferían una luz especial y serenaban el alma. Allí todo parecía etéreo y daba la sensación de que caminábamos bajo el agua. Quise fotografiarlas, pero el sol se colaba a través de ellas y sólo ha salido claridad. Me sorprendió mucho ese detalle pues es habitual que los cristales que las componen, lleven rojos, amarillos y verdes como parte del abanico de colores. 







   Llamaba también la atención el hecho de que hubiese escaleras. Una catedral escalonada, en aquel momento no recordábamos ninguna así. No es que las hubiese para subir al altar o para recorrer la girola, toda la catedral en sí era una escalera. 


   Ya fuera, regresamos al bullicio y al sol. 


   Desde afuera se veía gigantesca, que se lo digan a esta simpática gaviota, estática cual fiel guardiana del lugar. 








   ¡Qué cantidad de gente y de deliciosas tentaciones! Estas últimas las probaríamos después de comer. 




   Callejeamos buscando el lugar ideal y... Creo que no nos equivocamos. 

   Seguimos recorriendo la ciudad, pero esta vez fuimos hacia el otro lado. 


   Sobre una de las paredes del castillo, esta placa recordando al escritor romántico nacido en Saint Malo. 



    Excelentes vistas desde las murallas a la ciudadela y la playa. 










   ¡Qué privilegio un baño aquí!

    En turismo informan bien de las mareas pues estando baja, es posible ir caminando a la fortaleza. 




   Nuevamente, habiendo bajado de las murallas, descubrimos preciosos rincones y originales tiendas. 

  
   Caía la tarde, cuando salimos de la ciudad amurallada y caminamos por la playa hasta la furgoneta.
   De allí, a una lavandería que vimos de camino, para hacer la colada. 


   Con todo listo... Rumbo a SAINT MICHEL. 

    Acercarnos fue toda una experiencia, nos faltaban las palabras y nos sobraban las ganas de vernos bajo sus pies. Era muy tarde ya, nos acercamos al aparcamiento y un español que salía con su autocaravana de allí, nos explicó que 30 minutos es gratis, a partir de ahí: 20€ estés lo que estés durante 24h. Decidimos entonces que nuestra visita, esperaría a mañana.
   Recalculamos posiciones y fuimos a dormir a Pontorson , un pueblecito a unos 8 minutos. 
   Mañana será un gran día, pensamos. 


4 comentarios:

  1. ¡Qué bonito lugar! Sus calles parecen estar llenas de magia y esas pequeñas tiendas, gracias a ti, ya me han conquistado.
    Estoy aquí, día tras día, siguiendo tu aventura...
    Un beso muy grande para ti y otro para Jorge

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    1. ¡Qué alegría leerte!
      Gracias por seguir esta inolvidable aventura que casi casi está a punto de acabar y que me llevaré siempre en el recuerdo.
      Sin duda, compartirla la hace todavía, más especial.
      Un beso de los dos.

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  2. Gracias Patricia, por seguirnos en nuestro blog, justamente esta etapa de nuestro tour de francia es la siguiente que plasmaremos en nuestro blog.

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    1. ¡Qué bien!
      Gracias a vosotros, seguimos en contacto compartiendo aventuras.
      Un abrazo

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