Pasamos la noche casi en el centro, nuestra idea era la de dormir en el mismo sitio de ayer, pero... noche de sábado, botellón y música alta en la explanada de la universidad no resultaron ser buena combinación con nuestro cansancio y las ganas de dormir bien para hoy... POR FIN... visitar el teatro romano.
La mañana soleada parecía más bien primaveral, propia de otra estación y no del mes de enero.
Tras un breve tour en furgoneta y luego, una buena caminata a pié hasta el museo romano, llegamos justo a tiempo para la visita guiada de las once.
Fuimos haciendo el recorrido de las salas y viendo restos de columnas, inscripciones, relieves...
En la segunda sala, estas hermosas columnas parte de los altares a la TRÍADA CAPITOLINA, formada por Júpiter, Juno y Minerva. Minuciosamente observé los relieves y creí verlos en aquel tiempo como si fueran dioses reales.
El corredor arqueológico nos lleva hasta el TEATRO. Parece increíble cómo un teatro de estas dimensiones ha estado oculto durante tantos siglos, pero tiene una explicación: se encuentra en un barrio que siempre ha estado habitado, capas y capas, superposiciones por decirlo de alguna manera, han ido modificando, aportando y quitando.
La conexión del Mvseo con el monumento se realiza a través de un corredor subterráneo bajo la iglesia de Santa María. En su recorrido tenemos la oportunidad de conocer la evolución del templo mediante la visión de sus cimentaciones, que desde el siglo XIII hasta el XIX jalonan el recorrido. En el itinerario también se puede ver un tramo de la muralla de la medina islámica, y las adiciones que se realizan tras la conquista cristiana de la ciudad, estructuras que se combinan con los restos de una vivienda romana previa a la construcción del teatro, que evidencian una urbanística bien planificada vinculada a un área de carácter residencial que se extendía por la ladera septentrional del Cerro de la Concepción, desde finales del siglo II a.C., y que fue amortizada por la construcción del Teatro romano.
Cuando salimos al exterior, las caras de todos nosotros fueron de asombro ante tal maravilla. El teatro fue levantado entre los años 5 y 1 a. C.
Al final del recorrido se accede al Teatro Romano. La salida del corredor desemboca en una pasarela que enlaza directamente con el pasillo de circulación que separa la ima y media cavea. Desde este punto se tiene una visión completa del Teatro, cuya geometría se ve remarcada por la restitución del muro de cierre, y el fondo paisajístico del Parque de la Cornisa. A partir de aquí se inicia el recorrido dentro del edificio por los pasillos de la cavea, y por las escaleras radiales que permiten recorrer el monumento.
Frente al graderío se sitúa la fachada escénica que se puede restituir, a partir del análisis de las improntas y de los elementos arquitectónicos, con una planta articulada tres exedras de tendencia curvilínea, y un alzado de 16 m de altura con dos órdenes, en los que la combinación de los tonos rojizos de las columnas, blancos de los capiteles y basas, y grises del podium crean un sugerente juego cromático.
Nos comentaba la guía que la historia del teatro y la de la Iglesia de Santa María (la Catedral Vieja) que se puede ver en la imagen de abajo y que hemos recorrido a través del corredor, son inseparables desde siglos atrás. Toda esta "superposición" en un barrio habitado durante todo este tiempo es un libro de Historia que permite descubrir el pasado de Cartagena.
Estuvimos mucho tiempo, subiendo y bajando por las gradas, sentándonos en ellas y queriendo disfrutar de una representación, quizá de una comedia de Plauto o del eco de alguna tragedia griega... Hicimos muchas fotos y fuimos atrapados por el encanto pensando que el tiempo se había detenido allí para nosotros.
De camino a la furgoneta, mientras comentábamos cómo nos había gustado la visita, fuimos descubriendo rincones, calles... Y me llamó la atención la cantidad de fachadas apuntaladas con el objetivo, imagino de ser conservadas como parte de nuevos edificios que construirán.
Para comer, movimos la furgoneta hasta el área de la gasolinera y probamos una de las latas que siempre nos han llamado la atención. El arroz estaba rico, pero prefiero el que prepara Jorge.
... Y ya comidos, arrancamos hacia Madrid, dejando el Levante que tanto hemos disfrutado.
Vimos cómo iba cambiando el paisaje y bajando la temperatura. Ya estábamos en Castilla.
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